Un día nuestra sociedad empezó a repetir que la vida es una especie de competencia en la que el ganador se lo lleva todo, que hay ganadores y perdedores, superiores e inferiores, mejores y peores. ¿Esta forma de ver la vida nos está acercando a la felicidad? ¿Nos estamos sintiendo importantes? ¿Nos estamos acercando a la armonía? Parece que la respuesta es no.
Podemos tener más y, sin embargo, sentirnos más
desdichados y enfermos. ¿Por qué hay cada vez más enfermedades y
medicamentos? ¿Por qué la tecnología no ha podido suplir nuestras
carencias? Al parecer tenemos de todo para disfrutar, pero no
disfrutamos.
¿En qué momento el temor fue desplazando al amor?
¿Por qué dejamos de usar nuestro corazón y comenzamos a funcionar casi
exclusivamente con nuestra cabeza? Dicho más directamente, ¿cuándo
perdimos nuestra armonía?
Quisimos entender la constante búsqueda de
felicidad como meta del ser humano y la poca conciencia que tiene a su
vez de su responsabilidad respecto de lo que hace o no hace. Quisimos
entender esa compulsiva necesidad tan presente en la actualidad, de
lograr resultados sin procesos y sin esfuerzos. ¿A dónde nos está
llevando esa búsqueda de la receta mágica de la felicidad? Parece que a
cualquier lado, menos a la felicidad.
Nos hemos negado a la posibilidad de equivocarnos y
nos quedamos frustrados cuando no logramos los resultados que queremos,
por eso no volvemos a hacer nuevos intentos. ¿No será que estamos
pagando el precio de usar solo la cabeza y no escuchar al corazón?
Los pueblos aborígenes lograban vivir en armonía
entre ellos y con su entorno. Escuchaban a la naturaleza cuando les
decía que había momentos para hacer, momentos para esperar, momentos
para observar. La definición de los roles de cada uno de los integrantes
de la tribu estaba de acuerdo al proyecto que querían alcanzar en
conjunto.
Acercarse a la armonía es impregnarse de la
sabiduría, experiencia y enseñanzas de los ancianos, tener la capacidad
de escuchar, sentir y respetar la jerarquía, dar la importancia al
color, a la música, a la belleza y a la simpleza. Entonces, cada persona
pasa a ser importante por lo que hace y por la forma en que sus
acciones influyen en los demás.
Es una invitación a tomar conciencia, reflexionar y
proponer cambios para recuperar nuestra armonía y la de nuestro
entorno. Creemos que cualquier esfuerzo es poco, comparado con alcanzar
una vida llena de luz, esperanza, respeto y felicidad, en donde no haya
cabida para la soberbia ni el ego.
Ponte frente a un espejo y mírate a los ojos.
Piensa en todo eso que te emociona; piensa si el trabajo al que te
dedicas llena tu cuerpo de energía o solo es una condena que cumples
cada día; piensa si la ciudad en la que vives es la que soñabas; piensa
en los amigos que tienes, en tu tiempo libre, en todas las cosas que
conforman tu día a día y decide si todo eso es lo que satisface tu
corazón. Si la respuesta es que estás viviendo una vida prestada, no lo
pienses más y decide cambiar.
Tienes que escoger muy bien las nuevas semillas que
quieres sembrar; piensa qué tipo de vida te gustaría vivir, con quién
quieres compartirla, dónde te gustaría vivir, qué harías en tu tiempo
libre, qué amigos te gustaría tener. En fin, busca y ordena tu plan de
vida, ponte en acción de manera inmediata porque no tienes tiempo que
perder. Define con precisión lo que deseas y necesitas para lograrlo,
ponte a caminar hoy mismo y hazlo con pasión.
Recuerda que sin pasión la vida no vale nada;
encamínate hacia una vida llena de energía que te permita perseguir tus
sueños más profundos.
Vivir con pasión es el compromiso más sagrado que
tenemos con nuestra esencia; estamos obligados a defender y cumplir con
este deber. La pasión se vive, se respira, se siente, se transpira, sale
por los poros e impregna todas nuestras acciones y así se va llenando
el estanque de nuestra vida. Nuestra obligación es cuidar esa llama.
Todos tenemos la opción de vivir nuestra vida con
convicción, de manera de irradiar una sensación de plenitud que se puede
contagiar, y en donde nuestros sentidos se conecten con nuestro entorno
para hacernos seres en paz con nuestra esencia interior. Tal vez, desde
esa tranquilidad podamos disfrutar con los detalles más simples. “Un
pintor es aquel que pinta lo que vende; un artista es aquel que vende lo
que pinta”; la vida siempre nos conducirá de una u otra manera a
realizar nuestra elección de vida más importante: ser un pintor o ser un
artista.
La armonía es el opuesto al caos, a la falta de aceptación y respeto. Para nosotros, la armonía es la belleza de las cosas simples. Permite que cada persona identifique su lugar en el mundo, valorando las diferencias. Este libro busca ayudar a madres, padres, hijos, hijas, educadores y especialistas a entender al ser humano desde lo simple (Sylvia Lanfgord y Pablo opazo)
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Introducción de Regreso a la armonía. MN
Sylvia Langford es una psicóloga británica no tradicional que llegó a Chile hace 20 años. ha desarrollado material de apoyo para tratamiento de niños con déficit atencional y para adultos con discapacidad intelectual y psiquiátrica. Pablo Opazo, aporta con sus conocimientos de ingeniería, nutrición cerebral y sanación a partir de los centros energéticos de nuestro cuerpo. En conjunto, ambos desarrollan el Método Langford.